¿Cuánto cambia uno después de "matrimoniarse"?



Por mucho tiempo le saqué la vuelta al matrimonio y a la maternidad (ahora entiendo por qué ¡je,je!).

Pero ya ven cómo es uno, que no le gusta que le cuenten las cosas. La verdad, no me arrepiento; han sido de las mejores decisiones que he tomado después de los treinta años, edad que -sigo creyendo- debiera ser obligada tener para casarse o tener hijos (con todo respeto para quienes no piensan o lo viven igual que yo).

Y es que a los treinta ya tuviste más oportunidad de vivir la vida loca, de hacer tonterías justificándote en la inmadurez o inexperiencia o, al menos, ya pudiste ver tus propios demonios y saber que no hay más responsable que tú en las decisiones que tomas.

Porque eso deberían ser el matrimonio y la maternidad: una decisión libre y consciente de las cosas que traen consigo. Y que si no has vivido solo, por lo menos un año, no te los deberían permitir. Linchenme si quieren, pero les cuento por qué:

Vivir solo, te da la posibilidad de saber qué tan responsable, desmadroso, limpio, etc...eres; te obliga a cuidar tus gastos, saber qué hacer cuando te enfermas, no tienes dinero, o tienes algun problema. En conclusión, es una oportunidad de conocerte, aceptarte (o no), aguantarte, enojarte contigo, arreglarlo o hacerte tonto y consertirte...¡ah, pues exactamente así es en el matrimonio, pero no sólo contigo, sino con alguien más...y si con uno mismo es difícil, ahora imagínense con otro que comparte el mismo espacio. Sí. Es muy cabrón..

Hace unos días le decía al marido que si hacíamos una lista de cuánto hemos cambiado desde que nos casamos y -con justa razón- me dijo que la mía sería más larga...y si le hiciera la misma pregunta a mi mamá, hermanas, o a mis mejores amigos, coincidirían con el esposo. Sí, he cambiado mucho, reconozco. A unos puede gustarles y a otros, quizá no -como todo en la vida- pero lo que quiero destacar es la parte de EL CAMBIO que muchas veces no consideramos como factor en la ecuación del matrimonio.

Sé que la realidad es diferente para todos, en cada cultura, familia o pueblo. No sé si vieron en estos días un video que se hizo viral en facebook: una pareja de chavos (muuy chavos) en la fiesta de su boda con las caras más tristes que puedan verse y los besos más falsos que puedan darse... les comparto la liga Ver video

El día que decidí casarme, lo hice porque sabía que existe la posibilidad de "descasarse" -no sólo para mí-, pero no lo hice pensando en ello, ni mucho menos deseándolo. Al contrario.

Tampoco lo hice con la expectativa de las novelas o los cuentos de hadas de que el "vivieron felices para siempre" se da en automático. Sabía que no éramos perfectos (pero me quedé corta ¡jaja!).

Lo que sí me propuse y sigo haciendo a diario es vivir cada día como una oportunidad de aprender, compartir y cuidar de la familia que decidí formar, porque lo cierto es que uno no sabe por cuánto tiempo estará o tendrá el mérito de vivirlo.

Y sí, el ego está incluido -¿o cómo creen que uno sobrevive a no perderse?- las jetas, enojos, discusiones (no peleas), son parte del show; escaparte cinco minutos al baño y saber que sigues siendo dueño de tu propia caca (perdón la expresión), es bueno para saber que no todo está perdido en esos momentos de tensión, pero que tampoco tienes derecho a echársela a los demás, ni a dejar que alguien más te la eche a ti.

Como decia Osho: "la familia es lo mejor y lo peor que te puede pasar". Yo digo que está en cada uno encontrarle la mejor perspectiva. Después de todo, siempre hay opciones, pero cada quien sus procesos.

¡Gracias esposo por seguir en el mismo barco!






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