Después de todo, siempre podemos…
-¿Qué tal el inicio de año?
- ¿A poco ya empezó?
-Creo que sí, hace como 36 horas… ¿en qué andas?
-¡No puede ser! Es que he tenido mucho trabajo, no siento que haya sido fin de año ya.
-Pues reina, muy tu problema. El tiempo no se detiene… así que más vale que te des tu espacio para hacer tu balance, revisar tus proyectos, metas, retos, aciertos y errores…
-¿De plano? ¿Tengo que hacerlo ya?...
Así empezó mi 2009. Sin ese tiempo previo que generalmente acostumbro a darme los últimos días, para revisar, recordar, valorar lo vivido durante todo un año. Ahora, por circunstancias de la vida, fue diferente y apenas hoy, tres de enero, empiezo a ser consciente del nuevo año que inició. Lo importante es que, ya sea el uno, dos, tres, quince o el día que quiera, puedo darme ese tiempo para ver dónde y cómo estoy parada.
¿Quién dijo que es fácil? Pero ya entendí que es mejor hacerlo por la buena; que vale más darnos cuenta de nuestra propia realidad por nosotros mismos, a que las situaciones o circunstancias nos muestren las cosas de la peor manera… Y no se trata de simples propósitos o deseos, sino de aceptación, autoconocimiento, perdón. Después de todo, siempre podemos perdonar; perdonarnos, corregir el camino; no importa que sea la segunda o la tercera vez que nos lo planteamos y no lo conseguimos, lo importante es no desistir.
Después de todo, siempre podemos postergar o actuar ahora; cargar con una tristeza o llorar todo lo que se pueda para poder sonreír; albergar rencores o liberar amor; ser honestos o mentir… pero lo que no podemos, lo que no debemos es hacernos tontos a nosotros mismos, mentirnos a nosotros mismos, no aceptarnos tal y como somos: humanos; mujeres, hombres.
-Y, ¿entonces? ¿Qué tal el inicio de año?
-¡Ah, pues poca madre! Ya lloré, ya me reí, ya me encabroné, ya me di cuenta de que nunca seré perfecta, más sí perfectible y, eso me encanta, pero ¿sabes que es lo mejor?
-¿Qué?
-Que nunca van a faltar los malos ratos, las caídas, los errores, los enojos, las carencias, pero después de todo, siempre, podemos levantarnos y resplandecer.
¡Feliz y resplandeciente 2009!
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