La primera separación antes de la etapa escolar.


Quisiera ser y hacer tanto por evitarte cualquier cosa que te haga sentir mal. Pero me conformo con que me dejen estar a tu lado para abrazarte cuando así pase.
No puedo recorrer el camino por ti, pero puedo acompañarte.
Te amo mi hermosa Raquel

Estaba haciendo un pan de zanahoria con lo que me sobró del jugo de esta mañana, mientras pensaba en que el mes de julio se acabó... en realidad estoy renuente a la llegada de agosto, porque si bien es cuando cumple años mi hija, también es el mes en el que iniciará una nueva etapa que -sin duda- marca su vida: la escuela. 


Y es que por más que me resistí a la idea de escolarizarla tan pequeña, no tuve la energía (ni la capacidad) de ir en contra del sistema; ese que desde los 3 años clama a los pequeños a la llamada etapa "pre-escolar". No, no tengo nada en contra... bueno, un poco sí, lo confieso. Pero reconozco que es más un tema de proyección mío que otra cosa. La verdad es que yo no quise llevar a Raquel al kínder, hasta que no supiera -por lo menos- comunicarse o expresarse. Sí, la tenía en mi burbuja (jojojo), pero de repente la sacaba para que tuviera contacto con el mundo.

Leí mucho sobre el homeschooling; investigué lugares donde pudiera aprender sin estar en el sistema tradicional y me estresé (seguramente también a ella). Así que me relajé y nos involucramos más en disfrutar de la vida cotidiana y lo mucho que se puede aprender en el día a día. Me enfoqué en el tema de la comunicación, el contacto, el apego y en ver y escuchar lo que quería. Desde los dos años, la empecé a llevar a la ludoteca de la biblioteca pública de la colonia y le encantaba ver los libros; tramitamos su credencial y, a la fecha, no se duerme sin sus tres libros reglamentarios (y eso si no me pide historias inventadas).

Así que la biblioteca, junto con el parque fueron el oasis los primeros años. Ya no me sentía tan mal porque no iba al kínder, pero hacía actividades en grupo, leía, coloreaba, jugaba. ¿Es que hay otra cosa más importante que el juego para los niños? ¡Ah, sí! Ver cómo funciona el mundo en el que vive. Y eso, para mí, no hay mejor manera de conocerlo que de la mano de mamá.

Las mamás (y papás también, pero más las mamis en los primeros años), somos su primer contacto con el mundo; su apoyo, su protección. El mejor canal para mostrarle lo bueno y lo no tan bueno... hasta donde nos es posible (snif, snif). Al final es duro reconocer que aunque queramos, jamás podremos vivir por ellos y que esa burbuja en la que estamos por algunos años, revienta.

Y pues en esas estamos. Al seguir conviviendo con otros niños en los talleres de la biblioteca, al platicar con sus amigas del ballet y ante la insistente pregunta de la gente que asume que por su edad va a la escuela (y les tiene que decir que no), un día nada más dijo: Ya quiero ir a la escuela (como van también sus personajes favoritos).

Por eso aprovechamos estas vacaciones para preparar el terreno de esa "primera separación" oficial, con un curso de verano; el primero al que asiste sin mamá y por tres horas (siempre a sus otras actividades la acompaño, pero son de una hora y estoy ahí, sino haciendo cosas con ella, esperándola sentada). Pero esta vez era diferente.

No, no fue fácil. Ni para ella ni para mí. Fueron solo dos semanas, pero cada día toda una experiencia. Me dijo que extrañó que mamá no estuviera con ella y yo le explicaba que ninguna mamá lo hacía y siempre le di la opción de no ir y pasar el tiempo juntas como siempre... afortunadamente, jamás aceptó mi propuesta y no faltó ni un día.

Todos los días había algo que no le gustaba: que si no le pasaban tal o cual material, que si le ganaban lo que ella quería, pero también le pedía me contara cosas que le habían gustado y siempre eran las más.

Cuando la dejaba, había esa sensación de "auch" por ambas partes, pero también, la confianza de que seguramente habría algo nuevo qué aprender y amaríamos compartir. Y así era. Cuando más emocionada la vi, fue el día que hizo helado y me pidió hacerlo para su canal de youtube (y aquí se los comparto, está buenísima la receta).




Fueron sólo dos semanas, pero esos días fueron suficientes para verla un tanto cambiada, más segura, más grande, en todos los aspectos. Nunca olvidaré, ya en los últimos días, cuando me dijo:

-"Mami, hoy tuve un poco de ganas de llorar, pero no lloré y respiré como me dijiste". 
-¿Te sentiste mejor? 
-Sí, pero... (entonces ya lloraba conmigo y me contaba su experiencia). 

Yo nada más pensé: No pido nada más que esto; que la vida me deje abrazarte siempre que lo necesites. Y caminamos de la mano, disfrutando de estar juntas de nuevo.



Por cierto, la foto de arriba fue de uno de esos días, antes de entrar a su curso :)

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