¿Para quién escriben los periodistas?

No creo ser la única que a diario se cansa de escuchar las mismas noticias trágicas y no menos dramáticas que los noticiarios de radio, televisión y por supuesto, la prensa escrita reproducen al por mayor. Secuestros, ejecuciones, narcomensajes, testimonios de afectados ocupan gran parte de sus espacios destinados a “informar” a la sociedad. Pero ¿en verdad nos están informando o sólo están siendo instrumento de estos grupos de delincuentes que –quiero pensar- pretenden sembrar el miedo entre nosotros?

Carmen Herrero Aguado, una especialista española en el análisis del discurso periodístico, asegura que el periodista es un narrador de la realidad que utiliza la descripción, narración, exposición, argumentación y análisis, además de la crítica y cuantas técnicas se precisan para cumplir con las funciones de información y de opinión propias del trabajo periodístico. Y aunque algunos podrían distinguir narraciones objetivas de las subjetivas, en ambas, es fundamental el punto de vista, la perspectiva desde la que los hechos se cuentan. Es aquí donde los lectores, radioescuchas, televidentes, somos presas de los discursos que nos venden día a día como noticias y que, desafortunadamente, no estamos siempre preparados para deconstruirlos y pensar en el quién nos dice qué, para qué y qué efecto quiere provocar en nosotros, receptores de esos mensajes.

En lo personal, no creo en la objetividad; para mí no existe y menos en el periodismo. Puedo reconocer la pluralidad en la información y eso para mí es lo valioso de un espacio informativo. Pero independientemente de que los medios tengan un dueño, los que en ellos trabajan o colaboran (aún los llamados independientes), tienen una ideología que no siempre ponen de manifiesto y sobre la cual orientan sus mensajes.

Un texto, mensaje o discurso siempre busca provocar algo en alguien. Leer siempre implica un pacto entre el que lee y el que escribe que, cuando se rompe, puede interpretarse como estrategia de manipulación. Vilarnovo los llama “fraudes no controlables” en los siguientes casos:

1.- Ocultamiento, por parte del emisor.
2.- Proposición al receptor de un tipo de intercambio desigual;
3.- Ocultamiento de parte de la información
4.- Planteamiento de un tipo de relación comunicativa con escasas o nulas posibilidades de intervención y de diálogo por parte del destinatario y
5.- Ofrecimiento de un texto que seduce al receptor por su falta de recursos intelectuales, morales y operativos.

Desafortunadamente nosotros, la mayor parte del tiempo que estamos expuestos a los discursos de las noticias, nos encontramos en una actitud pasiva en la que generalmente sólo escuchamos, inferimos y damos por hecho. Decimos: que feo está el mundo… ¡cómo es posible!, más muertos. Ya estoy informado.

No contamos con que en cada noticia, en cada discurso, hay una intervención de alguien, la ideología o interés de un medio, de un grupo de poder, incluso, me atrevo a decir, de la propia delincuencia organizada. El periodista sólo emplea determinados recursos retóricos para lograr un efecto deseado, construye un texto dirigido a un receptor con el que comparte datos, valores, reglas de interpretación y de lectura. Pero esto, no siempre el lector lo sabe.

Si los medios de comunicación fueran más honestos en cuanto a la línea ideológica que los orienta, como sucede en otros países, cumplirían mejor su función para con nosotros sus lectores/receptores y entonces, más que miedo, tendríamos una opinión más amplia para saber actuar y no salir huyendo del país. Pues como dice Herrero Aguado: “Probablemente no vamos a poder evitar que los propietarios de los medios utilicen la información y comunicación como instrumentos de manipulación, pero sí podemos aminorar sus efectos yendo bien pertrechados al encuentro de sus mensajes”.


Confesión de hoy: Ámate y expande ese amor. Si cada uno hiciera eso, la situación del mundo sería otra, no esta.

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