Nigredo, Albedo y Rubedo



Dicen que todas tenemos algo de brujas; de ciertas habilidades “mágicas” que empleamos en algún momento dado con diferentes objetivos… incluso sin darnos cuenta… Sin ir tan lejos, ¿qué tal contigo misma?

-…Sí, no fue hace mucho tiempo… casi tres meses después… ¡Tres! -Un número al que en la mitología precede a algo trascendental; de transformación- Y, hoy, algo está cambiando, transmutando. No sé bien qué. Pero se me va el sueño; de hecho ahora son las dos de la mañana. Voy de un lado a otro y llego a donde mismo. ¿Me lanzo o no? ¿Salto o no? Por un lado escucho esa voz que me dice “está bien, hiciste lo correcto”, pero la otra –la que nunca se calla- no deja de repetirme “¿por qué lo hiciste?”…

-¿Y esas lágrimas?

-¿Qué tienen? son mías… recuerda: “Las lágrimas a lo largo de la historia han cumplido con tres misiones: atraen a los espíritus; rechazan a los que quieren ahogar y encadenar al alma sencilla y sanan las heridas de los pactos desventajosos hechos por los humanos”, por lo tanto, puedo llorar para curar mi herida, para protegerme, aunque no me dejen dormir.

-¿Es necesario que sufras?... Llorar está bien, pero no resuelve el problema…

-Pero ayuda a un proceso; el de seguir adelante…


Hay un ciclo llamado “el ciclo del despertar”, que a veces nos pone en actitud de “Me importan muy poco las cosas del mundo”, esa que conoces tan bien y hasta tiene qué ver con esas ganas que luego tienes de no bañarte. Tú crees que es depresión, pero no. Simplemente estás adentrándote en ti y ese es el proceso. Es más, algunos tratados de alquimia describen tres fases necesarias para la transformación: la nigredo o negrura; la rubedo o rojez, y la albedo o iluminación.

¿Ves por qué te digo que eres medio bruja? No sigues adelante en la vida porque sí nada más. Efectúas varios cambios y todos ellos se completan así, con una nigredo (pérdida), una rubedo (sacrificio) y una albedo (iluminación); una detrás de otra, siempre dentro de ti.

Yo no voy a preguntarte en cuál fase estás. Esperaré a que salgas de ti, cuando vea de nuevo tu luz.


Referencia: “Mujeres que corren con los lobos”, de Clarissa Pinkola Estés.

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