La comunicación de hoy.
Dicen que nunca hay que perder la capacidad de asombro, porque ese día estaremos perdidos y, al menos yo, creo que nunca dejaré de sorprenderme de la raza humana a la cual pertenezco. Aún hoy en día, sigo admirando cómo funciona nuestro cuerpo, cómo reacciona con emociones, cómo somos capaces de crear, de inventar, de razonar y sí, también de destruir, pues.
No sé si sea por formación o deformación, pero siempre me ha gustado mucho observar a la gente, analizarla al escuchar sus palabras, sus actitudes, sus expresiones, por qué hace tal cosa y de tal manera. Así, me puse a experimentar algo a lo que me había resistido mucho: entrar a las redes cibernéticas globales de “amigos”(esas cosas del hi5, facebook, etc.) de las que tengo la impresión que son irreales, falsas, por no tener ese contacto directo que te da el hablar cara a cara con alguien.
Siempre rechacé peticiones de entrar a estas redes, critiqué a quienes se daban de alta en ellas, sobre todo en las de búsqueda de pareja, más cuando trascendía en las noticias los accidentes que tenían algunas personas que, después de conocerse por el chat, concertaban citas. Hasta que un día acepté “para ver qué” y…
… apenas llevo como dos semanas en mi experimento. Me di de alta primero en el sonico (después de que mi amiga Ade me dijo que por ahí podíamos chatear desde nuestras oficinas) pero sólo di de alta a contactos, gente que conozco en persona. Después fue el Factbook que, al parecer es el más popular en el mundo y ahora, en una red de amigos de mi escuela virtual de inglés, en donde he podido platicar con gente de Suecia, Costa Rica, Nueva York, Dubai, Arabia, Perú… Sí, el mundo entero en mi computadora… ¿No es acaso sorprendente?
Pero ya fuera de la emoción o sorpresa, lo que sigue llamando mi atención es cómo hemos llegado a estas nuevas formas de comunicación, en donde no hay fronteras, ni distancias. Donde una computadora se ha vuelto necesaria (y en algunos casos indispensable) en nuestra vida cotidiana y estar lejos nos acerca más. Increíblemente, chateo o platico más con mis amigos de Colima cuando estoy en el D.F. que cuando voy para allá. O con mi familia, que me paso horas platicando con ellos a través de una minicámara conectada a mi laptop.
Sin duda todo este tema es digno de análisis desde distintos puntos, sobre todo el psicosocial, que es donde creo que tiene mayores implicaciones. No lo puedo negar, sí se siente un poco extraño hablar con “desconocidos”, más cuando lo haces en otro idioma; siempre dudo en decirles sobre mí, lo que hago, de donde soy; ya saben, todo lo que conlleva conocer a gente nueva, pero ahora ahí estoy y creo que, con las debidas reservas, puede resultar una experiencia agradable.
Ya les contaré…
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