¿Un cafecito?


Seguramente a ustedes no se les antoje mucho, pero con el frío que hace aquí en el Distrito Federal, resulta de lo más apetecible. Y es que no hay como un buen café para ponerse al tanto de las novedades ocurridas después de dos semanas de no estar por aquí, compartiendo con ustedes algunas reflexiones y anécdotas.

¿Qué han hecho en todos estos días? Yo me la pasé increíble de un lado a otra, haciendo mil cosas, conociendo nuevos lugares y gente… Resulta que la dependencia para la que trabajo organizó un congreso internacional sobre infraestructura física educativa en Guanajuato los días 12, 13 y 14 de noviembre pasados, pero además realizó una reunión de trabajo del programa de infraestructura educativa de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) el 10 y 11 del mismo mes. Ya se imaginan todo lo que puede implicar la organización de eventos internacionales, así que desde una semana antes se me cargó el trabajo y, la semana de los eventos, pues me la pasé en ese hermoso lugar: Guanajuato.

Hacía un par de años que había estado allí, pero creo que ahora lo disfruté de diferente manera (a pesar de la carga de trabajo). Conocí lugares maravillosos; mágicos. Empezando por el hotel en el que me tocó dormir…¡maravilloso!, la gente que tuve oportunidad de tratar y la deliciosa comida que disfruté.

Después, de regreso en México (ya ven que se atravesó el super puente del 17 de noviembre) me convertí en guía de turista porque Jill, una chica de París que había venido a Guanajuato a los eventos que organizamos, se quedó en el DF hasta el domingo. Y como buena turista que es, traía su lista de las cosas que quería hacer, conocer y comer. Cuando me dijo el nombre del primer sitio al que quería ir, no pude evitar poner mi cara de sorpresa: el Mercado de Sonora (¡en mi vida me hubiera parado ahí!) que ella quería conocer por su famosa “medicina tradicional”. Y ahí nos tienen el sábado, entre hierbas, figuras de santos y de la santa muerte, animales, menjurjes, libros de santería, máscaras de luchadores, juguetes tradicionales, plantas, garnachas, dulces y gente de todo tipo. No fuimos solas, un buen amigo mío y otro “gringo” pero buena onda que ella invitó, nos acompañaron.

Ya luego de haberse comprado una máscara de Blue Demon me llevé a Jill al segundo punto de su interés: La Basílica de Guadalupe. En verdad que es emocionante explicarle a alguien ajeno lo que es ser guadalupano; lo que la Virgen de Guadalupe significa para muchos mexicanos. Entramos a la vieja basílica y por supuesto, a la otra donde está la imagen de la Virgen y, finalmente, fuimos a dejar una veladora cada quien y a dar gracias por muchas cosas.

De ahí nos fuimos a cenar al centro de la ciudad. Al Café de Tacuba, un lugar que me fascina porque además de vender comida típica mexicana, su arquitectura es fascinante. Ahí nos comimos desde unas chalupitas, pasando por unas quesadillas de queso (sé que es obvio lo de “de queso”, pero aquí es importante remarcarlo), hasta unas enchiladas de mole poblano. Cena poco ligera, pero no menos sabrosa. Y concluyó nuestro sábado.

El domingo fue genial, porque visitamos Teotihuacan. Desde temprano salimos rumbo a Pachuca y, luego de una leve extraviada que nos dimos, llegamos prestos a almorzar. No podíamos empezar sin nuestro café de olla y ya, cada quién ordenó su plato fuerte para obtener las energías requeridas para subir las dos pirámides.

El recorrido inició por el museo de sitio. Un lugar por demás interesante que nos ubica sobre nuestros orígenes. Luego, a hacer fila para poder subir a la Pirámide del Sol. Llegar a su cima es impresionante (menos cansado de lo que uno espera); la vista que uno tiene desde ese lugar y sus alrededores es inigualable. Sentirse orgulloso de nuestros orígenes, de nuestros ancestros, es inevitable. Nos sentamos un rato a sentir el viento, a tomar fotos; bueno, mis amigos hasta bailaron tango ahí arriba. Y yo, aproveché para poner mi dedo índice en un punto de metal que está justo en el centro de la pirámide para –según decían- cargarme de energía. Después caminamos por la calzada de los muertos. En verdad es mágico ese lugar y nos sentamos a descansar, perdón, a cargarnos de más energía frente a la Pirámide de la Luna. No podíamos dejar de subirnos ahí también, así que con un gran esfuerzo (porque sus escalones son más altos y estrechos) nos subimos hasta donde se permitía. Sobra decir la gran recompensa que uno tiene por ello.

Y llegó nuestro último día de “puente”. Jill tenía que regresar a París la noche de ese domingo, pero como Air France estaba en huelga, pudo disfrutar de un día más en esta gran ciudad. Su tour terminó en el Centro Histórico, visitando el piso 42 de la Torre Latinoamericana, caminando por el Zócalo, comiendo paleta de hielo y admirando todo lo que tenemos y que muchas veces a nosotros se nos olvida… hasta que llega alguien de fuera a mostrarnos lo grandes que somos como cultura, como país y como personas.

Se me acabó el café… voy por un poco más y luego seguimos platicando.

Confesión de hoy: Cuida tus dientes. Usa hilo dental… con el tiempo sabrás por qué es tan importante.

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