Adoptar




4 de junio de 2010, eran las 7 de la noche cuando pasó Toño por mí a la oficina. Toño es un amigo que trabaja conmigo y días antes, me había enviado la foto de ella para convencerme de adoptarla.

Salimos de mi oficina hacia Villa Coapa, en el sur de la Ciudad de México. Durante dos horas de camino, mientras platicaba, pensaba en cómo iba a ser mi vida con ella; si sería capaz de darle el hogar, el trato y todo lo que pudiera necesitar para desarrollarse de la mejor manera…

Casi a las 9 de la noche, llegamos a la casa de Dania, quien se había encargado de recogerla al mes de nacida y quien por casi tres meses la cuidó, la alimentó y le dio su cariño. Detrás de ella bajó “Maqui” a quien yo he nombrado “Carrie” y sólo bastó verla bajar corriendo, para terminar de convencerme de que la quería para mí. Así, Toño y yo la subimos a mi auto y la llevé rumbo a casa, donde la esperaba su cama, su comida y su plato que un día antes le fui a comprar.

“Carrie” es una cachorra de casi 4 meses. Es mestiza –dice la veterinaria que con mezcla de cocker- de pelo color blanco y negro con manchas café en su panza y otras muy coquetas del mismo color, sobre sus ojos. Traerla a mi vida no fue una fácil decisión, teniendo en Colima a mi perra “Kisy” de casi 17 años de edad y que por lo mismo, no me he traído a la Ciudad de México. Sin embargo, al ver a Carrie tan dócil y empática conmigo, lo difícil de la decisión se resolvió.

Sí, no es cualquier cosa tener un perro en casa, particularmente cuando estás acostumbrada a estar sola, a levantarte a la hora que quieres, a llegar a la hora que quieres, a limpiar la casa cuando quieres… Consciente estaba del compromiso y la responsabilidad que implicaba, quizá por eso lo llegué a dudar tanto tiempo, pero ahora, consciente y feliz estoy por la acción tomada. “Carrie” lleva conmigo una semana; una semana en la que con su primer visita al veterinario, con su ciclo de educación y su rato de juego y ejercicio diarios, me ha enseñado tanto, que ahora entiendo mejor a los psicólogos y médicos que aseguran que tener un perro en casa desarrolla la sensibilidad y compasión; que la compañía canina es medicina preventiva y que nos enseñan a cuidar mejor de otros.

Es lamentable ver tanto perro y gato callejero sobrevivir a los peligros de la ciudad, pero más aún, a la gente enferma que disfruta de lastimarlos hasta matarlos. Ahora estoy feliz de saber que una perra; mi perra, se ha salvado de ese destino. No sabes cuánto disfruto de verla jugar, de jugar con ella, de educarla, de saber que me espera en casa y que verme la hace feliz.

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