Con pelos y señales


Muchas veces creemos que en la vida no existe eso tan maravilloso que queremos y merecemos. Nos conformamos con poco o con lo que más se le parece a eso que tanto anhelamos y así vivimos día tras día, hasta el momento en que nos hacemos a la idea de que es correcto; o al menos “normal” o que “así tiene que ser” y… no.

De repente resulta que en verdad, en esta vida y en el gran universo existe eso que tanto deseamos: el empleo que nos gusta, el hombre que soñamos, los mejores amigos… sólo que nos perdemos con otras tantas y tontas cosas que no nos es fácil verlos cuando los tenemos enfrente.

Ella así pensaba, que no había un hombre como el que había soñado para compartir su vida y por eso, aceptaba no cualquier relación, pero sí al menos una en la que se sentía cómoda.

Comodidad… sí; el problema es que en esta vida nos sintamos cómodos, porque entonces, no hacemos más; no buscamos más… “¿para qué, si así está bien?” “no me gusta mi trabajo, pero tengo un sueldo seguro”, “no amo a mi esposo, pero si lo dejo de qué voy a vivir”, “¿para qué me salgo de casa, si en la de mis padres tengo todo y no pago renta?” “¿para qué cuido a mi pareja si ya está conmigo?” y todas las demás que ustedes quieran agregar.

Así, Ella se estaba olvidando de muchos de sus sueños porque ir en busca de ellos, era “complicarse la vida”. Afortunadamente para Ella, la misma vida, Dios, su ángel o alguien maravilloso, le recordó sus sueños y fue así como empezó de nuevo a buscarlos, a cuestionarse su paso por el mundo, a recordar lo que tenía, lo que tanto anhelaba, lo que aún le faltaba conseguir y lo que ya no le servía. No era tanto lo que necesitaba como lo que tuvo que tirar a la basura.

Y comenzó a escribir todo con pelos y señales, tal cual lo deseaba y a los pocos meses cambió de trabajo a uno mejor en el lugar donde ella había dicho, entró a estudiar como quería hacerlo desde hace algunos años y… conoció al hombre que pensó que no existía.

No es que haya dejado de estar cómoda en su vida, pero no es lo mismo sentarte y aflojar los brazos, bajar la guardia, mentar madres y culpar de tu infelicidad al gobierno, al jefe, al tránsito, y creer que ya no puedes más a sentarte, respirar profundo y dar gracias a Dios, a la vida, por el trabajo, el jefe, los amigos, la familia y todo lo que tienes que, para bien o para mal, uno mismo se ha generado.

Hay que dar gracias por lo que tenemos y a la vida a pedirle lo que necesitamos, pero con pelos y señales y moviéndonos por la vida de la mejor manera, de lo contrario, sentados nada nos caerá del cielo.

Comentarios

Miembro de

Miembro de

Miembro de

Tienda de productos orgánicos en Facebook

Entradas populares