El día que dejé de odiar al cáncer, la diabetes y otras enfermedades.

Sensibilidad canceriana 

Pocas veces hablo (o escribo públicamente) de esto, pero la energía del mes de cáncer que acaba de entrar -y nos pone más sentimentales-, así como fechas cercanas de aniversario luctuoso de seres queridos, me invitan siempre a la reflexión, al recuerdo y búsqueda de respuestas que no siempre son fáciles de encontrar. Sí, soy de las que les gusta buscarle "tres pies al gato" por todos lados, especialmente, a mi historia familiar.

Así que si alguna vez se han preguntado de dónde viene mi "gusto" por esto de promover y entrarle al mundo saludable, orgánico, consciente o nutritivo, aquí pueden tener una respuesta; aunque yo siempre diga que fue la maternidad. Sí, ser mamá me cambió el mundo y fue el gran motivo, pero no la causa.

Ilustración tomada de bibliopequeitinerante.blogspot.com

Mi abuela materna, con quien prácticamente crecí y me cuidó de niña, murió a consecuencia de la diabetes cuando yo tenía 15 años; una de mis primas hermanas más queridas, por un carcinoma; mi padre aprende a vivir con la diabetes e hipertensión; mi madre con el hipotiroidismo y evitando cruzar la línea de la pre-diabetes (si es que existe) y yo, investigando, aprendiendo y, por supuesto, rezando; por ellos, por mí y por todos los demás miembros de mi familia que pasan por alguna de estas situaciones.

En orden cronológico, fue la diabetes de mi abuela la que me hizo vivir amargada por años, evitando comprometerme en este mundo y deseando irme con ella para que me diera su cariño como cuando era niña. Cuando ella murió yo no estaba en Colima y, me enojó tanto que no me avisaran y enterarme al llegar, tres días después. Curiosamente, empecé a padecer gastritis y así pasaron los años, siendo cliente frecuente de todos los omeprazoles y prazoles que existían...años después mi prima y, antes, su mamá, mi tía, de las más cercanas.



Ya era yo más grande y entendía un poco más y mejor. Lo que no significa que dejara de doler, de enojarme por cómo "inexplicablemente", una enfermedad podía acabar rápidamente con vidas tan jóvenes. En ese tiempo empezaba a estudiar Kabbalah y me daba otra perspectiva. Empezaba a trabajar más con mis miedos y lealtades inconscientes que, años atrás, descubrí en mis terapias. Creo que es bueno verse en retrospectiva y darte cuenta de tu evolución.

Evolución involuntaria

Sí, inevitablemente, evolucionamos. Y los que ya no están influyen tanto. Pero hubo un día, que fue cuando nació mi hija, que empecé a comprender muchas cosas, entre los dolores del parto y las pujadas en el agua: respetar los procesos de cada quien y ayudar a quien quiera ser ayudado o, simplemente, escuchado. Eso es tan sanador.

Durante mi embarazo, aprendí a dejar de tener muchos pensamientos negativos (o al menos a mandarlos a su lugar cuando llegaban), con el nacimiento, a dejar de ser muy egoísta (no es gripe pa que se quite) y cada día, a buscar lo mejor de la vida y compartirlo. Claro que no puedo evitar decir: "que lástima que no pueda volver atrás y cuidar de mi abuela y mis primas, haberles dado más, compartirles más, información, comida, amor..." Pero así es la vida y no siempre hay segundas oportunidades...además, quién sabe si me hubieran hecho caso.

Imagen de keywordsuggest.org

Ahora lo hago con mis padres, aunque lamentablemente, desde lejos. Temo fastidiarlos con tantos consejos, recetas, videos y documentales que encuentro útiles para ayudar a mejorar su salud, pero es difícil, porque sé que no depende de mí. Lo único que sí, es rezar porque se nos conceda misericordia (mi concepto de misericordia es el que tiene qué ver con un tipo de energía opuesta al juicio. La misericordia es infinita y es una energía de compartir) y honrar a quienes ya no están, cuidándome y viviendo lo más plenamente posible. Sé que, aunque no los vea, ellos a mí sí y, al final de los días, nos volveremos a reunir.

Del odio al amor

Con respecto al cáncer, diabetes y otros males que aquejan a mi familia y algunos seres queridos, elegí verlos de otra manera. Después de todo, el odio es un tipo de miedo disfrazado. Por eso opté por reconocer su existencia en el mundo, en nuestros cuerpos; conocer sus posibles causas y, al igual que muchos, las maneras de mantenerlos a raya.

Mi búsqueda es incipiente, muy básica y sin rigor científico, claro. La he basado en mi historia familiar, la auto observación, alimentación y consciencia. Lo cierto es que sólo Dios y la vida tienen las verdaderas respuestas y saben de sus acuerdos con cada alma.

Con todo el cariño y respeto, les comparto este documental que me pareció interesante Di con él, gracias a la certificación que estoy tomando. Les deseo mucha salud, en este mes lleno de energía canceriana.



Y los espero en el siguiente post, con una dulce receta quitapenas y otras cositas más.
Cuídense, amen y disfruten.





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